sábado, 7 de diciembre de 2019

Quizás mañana


Y aquí estamos de nuevo.

Un cigarro de tabaco mal armado entre los dedos, un vaso de cerveza a medio beber, medio tibia, sin espuma, que me pregunta ¿acaso es mi culpa?

Las mismas canciones suenan en la radio,  viejos tres acordes, baterías a dos tiempos, las voces roídas por el mal vivir, las canciones de nuestras vidas. Somos ratas, nos inmiscuimos en su sistema, en su quehacer, en sus instituciones, en su apariencia, en su basura. Queremos verlas arder, ver como se derrumban y que las cenizas asciendan en un zigzagueo poético.

Y aquí estamos de nuevo. Comiendo mierda.

Pero algo extraño hay en ese sabor. Es una mierda buena.

Todo cambio -por lo que se presupone- conlleva dificultades, dolor, ansias, esfuerzo. Yo no lo intento.

Por vez primera me dejo llevar al caos. Por vez primera no me siento a analizar el qué, porqué, cómo y cuándo –la pesadilla del periodista-. ¿Será que estamos más ‘grandes’? ¿Será que la madurez es esto que tanto hablaban los viejos –patéticos- de antaño?

No. 

Ya has comido mierda más fuerte. Ya has estado en la mierda antes.

Has estado preso. Has compartido con putas, presos, maricones, narcos, adictos, gitanos recién salidos del encierro, has traficado, has estado en peleas de bar, callejeras, de barras bravas; has estado al borde de la muerte –al menos tres veces-, tienes 5 huesos desviados, 5 fracturas a tu haber; y una sonrisa de la putamadre.

Has peleado contra la policía. Te han dejado lleno de moretones.

Has sufrido por amor –como nunca antes-, cada despedida fue una estaca directo al corazón. Vaya resaca.


Y aquí estás. Alegre. Vivaz. Observas como arde tú alrededor.

Y te ríes. Miras la hora, y partes –tarde- al trabajo.

Mañana quizás. Mañana tal vez.