lunes, 23 de mayo de 2011

Final de "El jugador" de Fiodor Dostoievski

De mí mismo, prefiero no hablar. Aunque ahora ya no se trata de eso. Todo son palabras, palabras y palabras, ¡y hacen falta hechos! Ahora lo principal es Suiza. ¡Mañana mismo!. ¡Oh, si pudiera marchar mañana! Nacer de nuevo, resucitar. Tengo que demostrarles… Que vea Polina que todavía puedo ser un hombre. Basta con… hoy ya es tarde, pero mañana… ¡Tengo un presentimiento, no puedo equivocarme! Dispongo de quince luises, y otras veces he empezado con quince florines. Bastaría ser cauteloso… Pero, ¿soy acaso un niño pequeño? ¿No me doy cuenta, acaso, de que soy un hombre perdido? ¡Pero por qué no voy a poder resucitar! ¡Sí! Bastaría con ser una sola vez en la vida calculador y paciente, bastaría con ser perseverante una sola vez, ¡y en una hora podría cambiar mi destino! Lo esencial es el carácter. No tengo más que acordarme de lo que me ocurrió hace siete meses en Ruletenburgo, antes de arruinarme definitivamente. ¡Fue un caso excepcional de resolución! Había perdido todo, todo… Salí del casino, mire: en el bolsillo del chaleco había un florín. <>, pensé, mas apenas hube dado cien pasos, cambie de idea y regrese a la sala de juego. Puse aquel florín a manque (esta vez fue manque), y puedo jurar que se experimenta una sensación particular cuando uno que está solo, en un país extraño, lejos de la patria, de los amigos, no sabiendo si va a comer aquel día, arriesga su ultimo florín, ¡el ultimo! Y… gané, y a los veinte minutos salía del casino con ciento setenta florines en el bolsillo. ¡Es un hecho! He aquí lo que a veces puede significar una última moneda. ¿Y si me hubiera amilanado y no hubiera tenido valor de decidirme?

¡Mañana, mañana todo habrá terminado!



Una de las mejores sin duda, lo mejor es sentirse representado a través de un viejo libro, de amarillas páginas gritándote a viva voz lo que eres, fuiste y serás.